sábado, 25 de junio de 2011

La Amenaza Transgénica


1ª Parte: La repercusión ecológica 

"Hemos construído ciudades donde sólo había bosques." Campaña 2002 del Ministerio de Medioambiente español

“Hemos transformado los campos de cultivos en inmensos laboratorios al aire libre” Dr. Stotzky

Los OMG (Organismos Modificados Genéticamente) son organismos vivos que el ser humano modifica tecnológicamente su cuerpo genético (genoma) y proteico (protonoma), de tal manera que se insertan genes de bacteria en una planta, de un ser humano en un cerdo, de un hongo en un ratón. De ahí la denominación de TRANSGÉNICOS.

Actualmente, a nivel de consumo de masas, son el maíz, la soja, el arroz y la colza los principales seres vivos que conforman el mercado, pero, obviamente, en el futuro próximo será el ser humano transgénico el negocio más rentable.

La propagación de los OMG y la suplantación de seres “naturales” por otros “artificiales” se está expandiendo bajo el yugo de las grandes multinacionales y la complicidad de los estados, por dos únicos motivos reales: dinero y poder.

Los transgénicos aplicados a la alimentación del ser humano (también hay piensos transgénicos para animales) están siendo vendidos y consumidos en el mercado desde el 1996 –que se sepa- sin previo debate social. En la actualidad la plaga transgénica se extiende globalmente. En EEUU en el 1996 había 1,5 millones de hectáreas, en el 2000 pasaron a ser 30,3 millones. En Argentina en el 1998 eran 100.000 las hectáreas de cultivos transgénicos, pasando a ser 10 millones en el 2000. En el Estado Español, país de la UE con más cultivos transgénicos, las hectáreas cultivadas de esta forma al empezar el nuevo milenio ascendían a 27.665, según la Unión de Pequeños Agricultores, repartidas entre casi todas las provincias.
La Transgenie es incontrolable 

El estudio de los toxicólogos D.Roig y M.Gómez Arzáiz (2000) pone de manifiesto, rotundamente, que los estudios sobre la seguridad de estos OMG para el consumo “son sorprendentemente escasos”. Concluyen que “sólo este conocimiento evitaría la sensación de que nos hallamos uno de los mayores experimentos de todos los tiempos, en el que estamos siendo utilizados como cobayas”. La mayoría de los expertos alertan sobre esta peligrosa ignorancia, al tiempo que los grandes de la biotecnología (sola Monsanto vendió el 94% de las semillas transgénicas en el 2000) no paran de repetir que “todo está bajo control” y no dudan, sin vergüenza alguna, en catalogarse como negocios verdes... Claro que qué se puede esperar de corporaciones que entienden por “verde” inventos suyos como el llamado “cerdo ecológico transgénico” que defeca un 20% menos de fosfatos, fosfatos por otra parte serían muy ecológicos en el caso de que las heces se utilizasen como fertilizantes naturales, longevo papel dentro de los ecosistemas que la evolución natural les ha otorgado.

Empero, por mucha información sobre este tema que tengamos ésta siempre va a ser IRRELEVANTE, y esto por dos razones: 1) La biotecnología, su aplicación en los ecosistemas, es incontrolable. Dice J. Riechmann que “la manipulación genética salta por encima de las barreras biológicas que separan las distintas especies, pone fuera de juego los mecanismos naturales de la evolución”. Cuando producimos un cambio tan drástico en un ecosistema no es humanamente posible sopesar todas las repercusiones (las variables son infinitas), y una vez producido un cambio de este talante en un ecosistema este cambio no es retraible; el ecosistema ha mutado. 2) Hay otra razón de peso para argumentar la irrelevancia de las investigaciones: la biotecnología nunca ha sido ni es necesaria para el bienestar mundial de la gente y de los ecosistemas, sino todo lo contrario. Es una amenaza.

¿Bajo control? Contaminación genética 

Las grandes empresas del negocio de la vida nos dicen que todo está bajo control, no obstante lo que “no podía ocurrir” ocurre y se sucede vertiginosamente. En EEUU las migratorias mariposas monarca que se nutren cuando son larvas de lechetrezna que crece junto a los campos de maíz, se están extinguiendo por culpa del cereal transgénicodiseñado para segregar un insecticida que empero fue inútil contra los insectos pretendidos. A finales del 2000 se comprobó que en los campos de colza transgénica las abejas había adquirido los transgenes, cosa que no podía ocurrir. Por las mismas fechas en Alemania se constató que la remolacha transgénica había adquirido resistencia a un segundo herbicida no planeado. También por esas fechas en EEUU se descubrió que alimentos preparados por TacoBell, distribuidos por Kraft, pertenecientes a la multinacional Philip Morris (alimentación y tabaco) contenía maíztransgénico no apto para el consumo humano, perdiendo la multinacional 1.000 millones de dólares al tener que retirar el producto, a parte de los perjuicios para la salud de quienes ya los habían consumido. En el verano del 2001 el gobierno mexicano anunció que había detectado contaminación genética en variedades indígenas de maíz procedente de maíz transgénico importado de EEUU; hecho este especialmente grave al ser México el centro de la biodiversidad natural del maíz. Un caso curioso, en varios países se crían los denominados “supersalmones”, salmones que gracias a la ingeniería genética llegan a pesar 300 kg. y crecen 10 veces más rápido de lo natural. Hasta ahora ninguna granja piscícola han podido evitar la contaminación genética, el cruce de salmones “naturales” y salmones OMG, hecho que según W.Muirr y R.Howard, biólogos de la Universidad de Purdue, desembocará en la extinción de tanto la variedad local como de la especie transgénica.

Los casos de contaminación transgénica son innumerables, e inevitables, lo impregnan todo. Según un estudio de la Agencia Francesa de Seguridad Alimentaria del 2001, un 16% de la muestra estudiada de colza y soja cultivada convencionalmente contenía contaminación por los transgénicos, en cuanto al maíz el porcentaje se elevaba al 41%. Y, ¿cuántas son las empresas ecológicas que han tenido que cerrar al encontrarse transgénicos entre sus productos? La infección genética es un negocio: mata la competencia de lo ecológico. En este sentido apuntaba Naomi Klein que “La verdadera estrategia [de las corporaciones biotecnológicas]es introducir tanta contaminación genética en la cadena alimenticia que imposibilite la demanda por parte del consumidor de alimentos no modificados genéticamente. La idea es sencillamente que la contaminación se extienda más rápidamente que la legislación de los países y después adaptar las leyes a la contaminación ya existente.” Esto es lo que está ocurriendo, pero es que aún así, sin el coste de la presión legal o ciudadana, el transgénico sólo es buen negocio si no se pagan los costos. Tanto los trangénicos como la energía nuclear son negocios con un gran gasto económico en seguridad –una seguridad por cierto siempre ficticia, imposible- y este gasto mínimo no es rentable. Rentabilidad y “seguridad” entran en conflicto... Y la razón de existir de las empresas es el beneficio empresarial. Aunque su marqueting nos vende una cara amable solamente entienden de capital. Si la biotecnología avanza, sin lugar a dudas, pagaremos su precio...

Destructores de la biodiversidad 

Las empresas de la Amenaza Trangénica se nutren de la biodiversidad. Aprovechan la gran y bella variedad de la vida para crear sus engendros. Estas empresas capitalistas en el colmo de la indecencia se aprovechan de la biodiversidad para destruirla, pues los cultivos transgénicos por sus características, precios y el control sobre las semillas que las multinacionales ejercen sobre ellas, conllevan el monocultivo y el latifundio, a parte de la inevitable extinción de especies, como ya hemos señalado y para acabar el artículo haremos hincapié. La FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas) en el 2000 declaraba: “los actuales sistemas reguladores de los derechos de la propiedad intelectual [en cuanto a biopatentes: principios activos, genes y seres vivos] están promoviendo la uniformidad de variedades, ya que las disposiciones jurídicas del sistema suelen exigir esa caraterística. Nos preocupa que la consecuencia de ello sea la involuntaria pérdida de agrodiversidad” y con razón estos esbirros del capital deberían de estar preocupados, pues la biodiversidad, dejando a un lado las cuestiones de cariz ético-ecológico, es la mejor forma de protección de plagas y enfermedades (la malaria jamás sería una enfermedad humana si no fuese por la deforestación que causamos, por ejemplo) y es además el soporte para vivir millones de campesinos del tercer mundo. Pero que no se hagan ilusiones estas gentes echando la culpa a las leyes, pensando que el problema se puede solucionar jurídicamente. Ciertamente las leyes de patentes de vida (TRIPPS y demás) aprobadas por la Organización Mundial del Comercio (heredera del GATT) en la segunda mitad de la década de los noventa en cumbres como la de Seattle 1999, lo que están haciendo es legalizar y aplaudir el hurto, apropiación y privatización de formas de vida y los saberes milenarios de los pueblos indígenas de forma que, para su vil lucro, las semillas transgénicas son diseñadas de forma que en breve el campesinado mundial será vasallo de los 4 ó 5 grandes de la biotecnología; con el agravante de ni siquiera poseer las semillas que cultivan, según señala el estadounidense Jeremy Rifkin. Pero sea como sea, la biodiversidad y los transgénicos son completamente incompatibles. ¡Si ya es incontrolable un monocultivo transgénico, cómo lo será un pluricultivo!

Reconoce la FAO que la biodiversidad “es de gran importancia para el equilibrio de los ecosistemas en el futuro y resulta fundamental para los agricultores pobres y las comunidades locales puedan disponer de alimentos y medios de vida para los grupos vulnerables.” Si ya el industrialismo y el enlocado proceso actual de industrialización son unos depredadores natos de biodiversidad (44.000 según Earth first!, además de agrandar y crear desiertos, deforestar, contaminar masivamente aguas dulces y saladas, etc.) los cultivos de OMG va a ser otra buena patada, una buena patada...

En EEUU por ingeniería genética se manipuló una bacteria, la Klebsiella planticola, para que fuera capaz de “reciclar” restos agrícolas y madereros tranformándolos en fertilizante. En 1992 la Agencia de Protección Medioambientalestadounidensa estuvo a punto de aprobar la liberación de dicha bacteria al medio. M. Holme, de la Universidad deOregon, decidió estudiar los efectos de esta bacteria transgénica en las plantas para su tesis doctoral: descubrió que el suelo abonado por la bacteria se volvía estéril, las semillas morían al poco tiempo, era ferozmente dañina para cantidad de microorganismo naturales, para las microrrizas, la simbiosis de los hongos con las raíces de las plantas que es esencial para su nutrición... Según J.Riechmann “si se hubiese autorizado la liberación de la bacteriatransgénica al medio ambiente –cosa que estuvo a punto de suceder-, esta podría haber llegado a colonizar el planeta a lo largo del tiempo, esterilizando todos los suelos (...) Un desastre apocalíptico... evitado por los pelos”.

Re-Evolución!, iniciativa primitivista

Coruña, junio del 2003

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